Por Alejandro Nieva
En la mitología griega existían dos monstruos: Escila y Caribdis, cada uno a un lado del estrecho de Mesina. Los barcos que debían cruzar por ese estrecho tenían que elegir. Esas elecciones no arrojaban buenas consecuencias: o eran atacados por Escila y su cola de pez con perros en sus terminales que los atacaban de manera feroz, o eran destrozados por Caribdis que formaba un remolino que los atrapaba y devolvía destrozados.
Escila y Caribdis. Massa y Milei.
Si esas son las opciones, no hay opción.
El oficialismo representa el fracaso, la catástrofe. Una calamidad. Un presidente ausente, escondido en una agenda internacional innecesaria. Una vicepresidenta desorientada, que intenta imponer una estrategia judicial de impunidad, que a nadie le interesa.
Un ministro de economía impotente, acabado y derrotado. La inflación. La crisis general, que no amaina. La falta de dólares. La imposibilidad de importar productos indispensables para que funcione nuestra economía. La caída de los salarios. El atraso de las jubilaciones.
Los números son drásticos. A poco más de un año de asumir en el cargo, todas las variables son alarmantes: dólar oficial a $365.5. Devaluación del peso en más del veinte por ciento en un solo día. Dólar libre rozando los $1.000. La inflación interanual trepó al 150%.
Sabemos que los números serán mucho peores.
Si él pudiera cambiar la realidad, ya lo hubiera hecho. No es que no quiera, no puede. No puede dominar el barco en esta tempestad. Caribdis.
Milei propone dolarizar nuestra economía. ¿Eso significará que nuestros ingresos aumentarán? De ninguna manera. Nuestra moneda explotará por los aires. Los salarios caerán a niveles paupérrimos.
Esta receta ya la sufrimos. Estallido. Desocupación. Baja de la producción. Industrias fundidas. Quebradas. Cartoneros. Patacones. Retrocederemos, casi treinta años. Otra vez dolor. Mayor desigualdad.
Milei tampoco puede cambiar la realidad, pero porque no quiere. Sus visiones, sus propuestas, nos llevan a la tragedia. Sería trágico para el país otorgar el poder a una persona, y con él a un grupo de oportunistas, sin conocimiento ni experiencia en el manejo de los asuntos públicos. Escila.
Toda su plataforma se basa en el engaño: la dolarización que vendría a resolver los problemas mágicamente. Una promesa incumplible: cambiar pesos devaluados por dólares.
El engaño no se detiene ahí. También se asienta en la construcción arbitraria y fantasiosa ya no de un adversario sino, lo que es peor, de un enemigo: la casta política, sobre la cual se erige esta nueva casta como censora y vengadora.
Pero hay algo peor. La construcción de un mito unificador: la apropiación de un valor intrínseco al sistema democrático: la libertad. Sin embargo, representa un peligro real al sistema de libertades establecido en nuestra Constitución. La descalificación del que piensa distinto, la restricción de la libertad de prensa. Amenaza al propio sistema democrático.
En resumen, insensatez e intolerancia.
Los griegos tenían una palabra para describir este comportamiento peligroso; la hybris o desmesura. Todas sus propuestas caen en esta bolsa: la eliminación del Banco Central, la venta de órganos, la libre portación de armas, la privatización de la educación. Recordemos: ni siquiera pudo sostener de manera enfática que está en contra de la venta de niños. ¡La venta de niños!
¿Ese es el país que queremos?
Ante este escenario la alternativa es clara. Juntos por el Cambio es el único espacio político que está en condiciones de hacer lo que Argentina necesita: llevar a cabo un cambio verdadero. El cambio requiere orden, previsibilidad y decisión.
Solo Juntos por el Cambio puede ofrecer esto; ni imprevisión ni retroceso ni fracaso. Ofrece un futuro posible. No se trata de un amontonamiento de dirigentes políticos en búsqueda de un cargo. Este espacio trasciende a sus integrantes. Es casi una expresión cultural de nuestra sociedad.
Por esto, solo hay una opción que puede conducirnos a un futuro mejor: Patricia Bullrich. Ella tiene las condiciones y aptitudes necesarias para el cargo, el liderazgo y los equipos capaces de gobernar nuestro país en este difícil momento.
No nos dejemos engañar, ni por mesiánicos improvisados ni por los que nos llevaron a este desastre.